El color de Ayotzinapa






Texto: Marcos Velasco

En el arte es innegable que los sentimientos e ideas expresados pocas veces sean entendidos tal cual se han querido hacer saber. Sin embargo, hay ocasiones en las que las palabras no alcanzan a manifestar lo que en el fondo del pensamiento y las sensaciones de los creadores existe; he aquí donde el papel del artista se manifiesta en ese plano de la realidad al que muchos acceden al contemplar la vida que pasa y se desvanece.

Sábado 25 de octubre de 2014. Este día, en el taller del colectivo Gráfica Maya de la ciudad de San Cristóbal de las Casas, el tiempo que no cesa se ha detenido sobre una manta que, al inicio, ofrecía un panorama incierto. Surgieron las ideas, vinieron los colores y con ellos los trazos de un cielo que no brilla más: se ha teñido de rojo y la sangre reclama por volver de la tierra. Los artistas contemplan con asombro la fuerza que proyectan las caras de estudiantes perdidos. “Han sido desaparecidos”, dicen, pero nadie conoce a ciencia cierta si han muerto o viven aún, discuten si han de afirmar su muerte o si es muy atrevido hacer algo que no se confirma. Entonces, de la memoria colectiva asoma el grito, el reclamo del modo en que se fueron y la manera en la que se pide su regreso:
¡PORQUE VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!
Los rostros impregnados del color de la tierra  muestran facciones de mirada seria, como queriendo indagar, al fondo de los ojos que los ven, una verdad que no ha sido comprendida; en otros, se refleja la esperanza de construir con la lucha una sociedad más justa, desde la educación, desde el arte mismo. Finalmente, el colectivo concluye la obra. Sobran las palabras, el mensaje es claro, el sentimiento es compartido; sólo queda difundirlo. Es curioso cómo algo que no se dice, pero se siente, tiene el poder de impactar en imágenes que conmueven, que invitan a despertar la Conciencia.